La catedral soy yo, es cada uno de nosotros. Vamos creciendo, cambiando de forma, nos aborda algunas debilidades que deben ser corregidas, no siempre escogemos la mejor solución, pero a pesar de todo seguimos adelante, intentando mantenernos erguidos, correctos, de modo de honremos a la paredes, ni a las puertas o ventanas, sino al espacio vació que esta allí dentro, el espacio en el que adoramos y veneramos aquello que nos es querido e importante.